domingo, 5 de octubre de 2008

Lia.

Ahora será siempre nunca.
Siempre soportar el ego aplastante, la histrionicidad personificada; el súmmum del importunismo, del no saber. Del no querer saber más allá de tu epigastrio. El querer demostrar algo que no se es; esforzarse en explicar teorías desconocidas, y de las que sin duda alguna no se tiene la más remota idea; hablar con palabras de un alguien a quien se le colocó un título y por lo tanto (creemos) debe poseer la verdad universal e indudable a partes iguales; memorizar frases ilimitadas (que por supuesto no entendemos), para un buen día soltarlas todas de carrerilla, las cuales, aturdidoras aunque inconexas, nos otorguen el calificativo deseado. Entonces desenlazarse con lo más normal, el intento fallido de demostrar la anormalidad ausente, que se hace patente con cada nuevo intento de afirmación en lo muy poco que nos importa la opinión ajena; demostrando así, contrariadamente, la falta total de la misma y de la anormalidad deseada; sin darnos cuenta de que en realidad nadie ha sido engañado, salvo nosotros mismos, y quienes hayan seguido nuestros mismos pasos para llegar a la tan ansiada hazaña de conseguir la anormalidad. El único inconveniente, a parte de la pérdida de tiempo, es, que seguimos siendo tan patéticamente normales como al principio, (dejando patente que la normalidad no es patética, a menos que se desee enmascararla), porque ese título conseguido de dudosa manera, no nos aportará absolutamente nada, salvo una mentira tras otra, las cuales, creídas a pies juntillas, se apilarán para formar lo que más adelante será nuestro futuro; muro difícilmente susceptible de ser derribado, una vez sea afianzado, ya que ello supondría la negación de nuestro ser (imaginario, idealizado, irreal, precario..), la vergüenza de haber creado lo que no somos, la afirmación del horror; el ser absoluta y completamente igual a los demás.
Algo inconcebible para la mayoría de las personas; que no soportan la idea de ser lo que son, normales.

Nunca volver a sentir comprensión alguna, o el milésimo interés por descifrar la primera sílaba.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Olvidos.

Un buen día te das cuenta de que has olvidado aquel espejo,
y te descubres recordando todos esos olvidos atrasados,
todos los momentos, personas y cosas, que un buen día se te dio por olvidar.
Y es curioso,
es curioso darte cuenta de cuantas cosas has conocido y sacado todo el partido que pudiste, para de repente dejarlas atrás; como cuando exprimes una naranja, te bebes el zumo que en su momento es delicioso, después tiras la monda a la basura para olvidarte completamente de ella, y a los cinco minutos lo único que recuerdas te viene de ese semigusto dulzón en la boca; o como esa muñeca olvidada en cualquier caja de zapatos, que en su momento fue todo para ti, pero ahora es simplemente eso, un olvido más; lo único que la diferencia del resto de las cosas, es, que a ella la conservas, en una caja de zapatos.