miércoles, 11 de marzo de 2009

Ser morsa no siempre es divertido.

-¿Vas a llamarme?
-Sí.
-¿Seguro?
-Sí.
-Siempre dices sí, y luego nunca lo haces.
-Voy a llamarte.
-Vale.

En algún mar que pasa de azul a verde, una morsa flotaba, en el vano intento de sentarse para poder reír tranquila.
El sol de verano teñía de puntos amarillos cada tono de ese verde; ahogando salado, cada centímetro de sus rizos, amontonados para poder empaparse de caricias por si a ella se le antojaba olerle.
Por fin consiguió reír tranquila, no sin la ayuda de sus ojos, de agarrarse a su espalda, y volar hacia la orilla.
Tal vez la desvista, peinando la salitre para endulzar hasta su último suspiro; y quizá puedan dormitar chocolate en un abrazo de película.
Ya no le busca las cosquillas, ni recuerda esa salitre que la ahogaba. O echa de menos ser distinta entre sus manos.

No importa ahora olvidarse;
buscar un motivo para el perdón,
o una razón para llamarte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si se pudiera elegir estar con alguien "sustituto" de otra persona, entonces nadie sería infeliz, y no habría separaciones dolorosas ni divorcios. La gente es así de complicada, egoista, o como lo queramos llamar,conmigo mismo me hago identificar.
Es duro intentar olvidar teniéndo aún esas conversaciones de futuro o esas risas clavadas en la mirada,y aunque por muy imposible que nos resulte estar con otro alguien diferente,siempre anhelaremos de forma irremediable a quella persona.