sábado, 4 de abril de 2009

Verde fosforito.

Son las cinco, o las seis o las diez.
Y ya no es nada.

No has venido. Prometiste no dejarme.

Pero no dejas de mirarme, y huelo tus ojos verdes observarme;
desnudarme, atarme sin sonrisas, despiezarme,
mejor así
más fácil de entender, de desangrar entre la hierba,
de llorar entre vapores
de mordiscos no te vayas, no me dejes despiezada, perdida entre papeles de un alguien
que no sé si podré interpretar.

Ya has cerrado.
Mi mono del espacio,
que me mordía como si no le quedase nada, y mañana fuésemos a morirnos;
yo no,
por eso tú me observas, y yo escribo.


(Más tarde, cuando él, aterrado, escuche mi estertor de muerte;
yo solo podré pensar en ti.
Y tú, solo podrás hacer que no me ves;
mentir un no me importa.)

1 comentario:

Klaiver dijo...

Me dejo caer con frecuencia. Te leo, y me gusta. Pero me volví uraño en esto de los comentarios.

No dejes de escribir.